18 feb 2012

¡Ese mar no lo cambies por nada!

El viento acaricia las desoladas esquinas,
una tarde estalla aquel cuerpo silenciosamente.

Lo que no se dice, se escribe del otro lado de la cabeza en caligrafía impronunciable, por la mirada se escapan las sensaciones guardadas recelosamente. La moral hace sitio en la puerta de casi todas las casas y cruzando el umbral huye para otro país que no existe, para aquel lugar que habrá que construir.

****

Las palabras que yo busco han encontrado otros

De día me visto con ellas
encuentro lo propio en lo que no es mío
Pienso mis pensamientos con los de otros
hablo con más de una voz
con menos de muchas voces mis verdades
mis mentiras
mis compromisos y acuerdos a medias
Sueño los sueños no escritos


****

Entonces, el tejido debajo de la piel se agranda. Los hilos se vuelven incontables, las manos que los convierten en telares y telones tienen más de un color, más de mil nombres irreconocibles en un millón de manos flotantes.

En la cuenta de los recuerdos hacen sus cuentas las vidas sobrellevadas, tratando de resumir lo absurdo que es vivir. Siempre más de un país, unas cuántas caras, unos cuántos contemporáneos.
Tirando los dado se pierden los puntos redondos de vista, ya no hay número para las cuentas, no hay cuentos verosímiles que hacer.

La identidad imposible no empieza cuando los pies se niegan a pisar las calles del pasado y de un futuro incierto, empieza cuando los pasos no suenan, cuando los ojos se hunden, cuando las palabras se pierden una por una, cuando el deseo de silencio es más penetrante que el silencio mismo.
Empieza cuando cualquier intento de identificación falla.
Como ver un viejo amor y no reconocerlo, como constatar que no hay patria posible, ni dioses, ni certezas.

La geometría de puntos de encuentro y rectas finales ya no cierra, ¿dónde está la base sobre la cual armar un persona de manos firmes, sonrisas y un corazón latente? ¿dónde están los ladrillos que construyen la identidad?

Cuando la carga pesa demasiado hay que tirar partes de ella por la borda, porque se habla, porque se ve, porque se entiende, porque se siente y presiente, se desaprende y descarta, porque se aguanta y analiza y concluye, y luego cae el primer bulto, se lanza la primera piedra.
Ladrillo tras ladrillo vuela, el cuerpo ya se siente más liviano, la cabeza baila en los hombres como pájaro desquiciado.

Luego el aire nos rodea, nos aparta de lo que podría ser, de lo que es.
Está claro que esperar no es ningún modo, es sólo indecisión.

Otra noche hay que escupir con las ganas acumuladas lo que encontramos adentro para darle al río, caminando por la playa, por una calle desierta del barrio que supimos querer, tomando un trago, respirando hondo. Cambiamos un río por un canal, un canal por un mar, pero el mar...

¡Ese mar no lo cambies por nada!

No hay comentarios:

Publicar un comentario