13 dic 2010

Extranjera




I

No te dedico mi vida ni mi muerte
no te dedico los días ni los soles
extranjera

un pedazo del alba marchita
un grumo de la noche
si no se alteran los aires
pero más
no


II

te escribo

no más albas
ni noches
ni sueño de mañana

los días cantados
los dolores recantados


III

te pregunto

sin saber hasta dónde
llega el aire
llegan las ondas

¿qué palabra?


IV

es todo gastado
es todo ya visto

extranjera

son cosas de otros lares
de otros cantares
otras lenguas.


V

pero tal vez la selva
dices
tal vez en el último rincón
del mundo
debajo de la tierra
en su fuego.


VI

la última certeza
es que no es el cielo

y sin embargo



VII


durante siglos fue
el bien lejano del hombre fiel
(y la mujer)

un espejismo inalcanzable



VIII

el cielo
en nombre del progreso
y amenaza
a todos los pecados

sinraz
ón
que es razón pero absurda
indescifrable


IX

Y cuentan que al cielo
lo rompieron los aviones
que el cielo era aire
que las nubes eran aire
que los sueños
eran aire
y la resucitación de los cuerpos
aire. humo.


X

Extranjera,
no digas las palabras
cielo noche alba corazón

Son de todas las bocas,

y no son de la tuya.


XI

Vos que no hablás los idiomas
más que el tuyo
que nadie entiende
que es un lenguaje
de la sinrazón y del aire


XII

un lenguaje
que no defiende el cielo
sino la tierra roja
y que deja sus huellas
en el humus

XIII

es un lenguaje que no teme
ni la palabra
ni la muerte
porque la conoce tanto

tanto que el dolor
es más duro que la muerte
y la muerte ningún ritual
sino simple sustracción
del dolor que no resta.


XIV

Y tú extranjera
te has vuelto muda
has devenido loca
y conoces el cielo
la tierra el alba la noche
los saltos del corazón
al mundo
por asalto


XV

pero todo
ha perdido la voz
no hay cómo decir
lo ya dicho y vos

nunca has aprendido

las palabras que llevan

a los conceptos de todos los lenguajes
tan grandes
y tan gastados


XI

Dices
lo que no se escucha
y aun dicho
aun antiguo

aún así
no encuentras otra manera
de decir que la noche
el alba el cielo el corazón

25 nov 2010

Noches


Tapando
destapando

el realismo de una piel maculada
el mundo que no existe



relato
cuento

otro mundo

otro

otro


lejos de mí


besos ahumados
peces ron aurora


tu naturalismo innato


ca
da


la
ba

mi
nu
cio
sa


y sudor saliva semen secretos
(sílabas sílabas sílabas)



sujetividadobjetivaobetividadsujetivacreativaidologíaanomalísanacroníaneologismo
negligenteexcluyentesobrevivienteincluyentedecadenteprostituyenterecadenteevidente
destruyenteentedefrentedestruyeconfluyediluyeseducereduceintruyeyendoevadiendo
entretejiendoarribaderivaentibia
corta

22 may 2010

Idea Vilariño: Cuando compre un espejo para el baño



Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decime
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez-mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es idea
y le sonreiré dándome ánimos.

1 abr 2010

Peppino y el otoño



Peppino se asombra.
Amaneció con los primeros vientos.
La noche había sido fría y húmeda, pero todavía se niega a sacar las colchas y frazadas pesadas del placard.
Agarra la cartuchera, quiere escribir una carta, quiere pintar la mañana, quiere fijar el sueño.
Toma unos bocados de aire frío y toma conciencia: ya no están los colores verdes, ni el celeste, ni el blanco. En vano los busca en la cartuchera, en la mesa o desparramados por el piso; no están.
Cuando por fin los encuentra en su mesita de luz, no sabe si debiera ponerlos de vuelta con los otros colores, vacila y duda como si alguien, de lejos, le gritara "hereje". De pronto, siente aquel miedo a la blasfemia; se acuerda visceralmente de la sensación cuando niño, del día que salió a pegar las hojas caídas de vuelta en los árboles.
Con su camperita verde había andado, con las botas de goma, una cinta adhesiva, y algo de hilo también habrá llevado, quizá.
Otra vez le mira a la cara redonda, casi fofa de la tía Gerarda, que con el dedo índice en alto, aquel dedo más largo que todos, le había dicho por primera vez esta palabra: blasfemia.
No era el golpe que le dio, como todos creían después, no era el susto por la cara carcomida de la tía –después no cesaban de repetirle que estaba loca. Era esa palabra que lo atormentaba, que no lo dejaba dormir; esa palabra que no podía dejar de repetir para sí, como un hechizo, como el jeroglífico de un idioma olvidado, que eso era, de algún modo. Blasfemia blasfemia blasfemia. Y la cara de la tía Gerarda...
- No cabe duda -se decía Peppino, el de hoy, mirando por una ventana otoñal,- estaba loca la tía.
-Pero, ¿de dónde viene, ahora, después de años, esa misma sensación?
Está convencido: es exactamente la misma, aunque la situación fuera otra.
- ¿Acaso -pregunta con voz aguda, como si hablara otro a través de su cuerpo,– llevo adentro no sólo la sensación de antaño, no sólo el mismo dilema del otoño, sino también la locura de Gerarda?
Gerarda fofa, Gerarda y su dedo.
Las manos le tiemblan cuando se sienta a la mesa, de un lado la cartuchera y del otro los colores prohibidos, de un lado su niñez y del otro la blasfemia. Lentamente toma el papel, lo toma todo e ignora que se le vuelve amarillento, marchito.
Toma un bocado de aire frío mientras afuera silban los vientos.
Con los colores del otoño empieza a dibujar la cara de la tía, como dibujando los recuerdos, como dejando su niñez en un papel caduco.

2 mar 2010

Michael Ende:



Extracto del libro de cuentos:
"El espejo dentro del espejo. Un laberinto" , traducción de Vera en colaboración con el Chupacabras.


El puente que contruimos hace ya tantos siglos no se terminará nunca. Como una mano extendida que nadie toma, sobresale por los precipicios empinados - bajo los cuales se extiende el negro abismo sin fondo - más allá de los límites de nuestro país. Su arco, alzado por lo alto, desaparece por ahí afuera, en algún lugar alejado, entre la niebla densa que sube constantemente de las profundidades.
Una obra de construcción de esta índole no se puede concluir si no colaboran construyendo desde el otro lado. Y hasta ahora no hemos podido determinar nunca una señal de que se trabajase en tal proyecto al otro lado, también. Es probable que allí ni siquiera se haya notado esfuerzo alguno de nuestra parte.
Muchos de nosotros incluso dudan de que exista aquel otro lado. Al correr de los últimos dos siglos,
esta gente ha fundado una iglesia que se descindió de la antigua doctrina ortodoxa , cuyos integrantes son denominados los Unilaterales. Originalmente, se trataba de un nombre de burla que les dieron los ortodoxos; más adelante, sin embargo, lo adoptaron ellos mismos y, desde entonces, lo llevan con cierto orgullo. Consta decir que su convicción no les impide en absoluto seguir aportando con todas sus fuerzas a la construcción del puente, como lo dicta nuestra ética. Por eso, hoy en día ya no se los persigue como había ocurrido en algunas ocasiones, antaño, sino que se los considera iguales de derecho, o por lo menos casi. Se los reconoce por un pequeño corte en el lóbulo izquierdo, mediante el cual confiesan su unilateralidad. Los otros, en cambio, que constituyen la mayoría, se autodenominan los parciales. No cuestionan el hecho de que haya otro lado, pero saben que éste es inalcanzable.
Aunque el puente, sobre nuestro territorio, nunca progresó más de la mitad, hay mucho movimiento vivo en él. En todo momento, nocturno o diurno, se pueden observar allí carruajes, jinetes, caminantes, andas y hombres con cargas que van para las dos direcciones. Sin las relaciones comerciales con el otro lado, no podríamos existir hoy en día, porque todos los medicamentos y una buena parte de nuestros alimentos provienen de allí. Nosotros, en cambio les proporcionamos utensilios terrenales de todo tipo: ladrillos, dispositivos de metal y cera terráquea que extraemos de nuestras minas.
Muchas veces es difícil hacerles comprender a los extraños que nosotros aceptamos este hecho sin problemas y convivimos con él, lo que ellos consideran una contradicción evidente. Nuestra religión no nos permite – y ahí no hay diferencia entre unilaterales y parciales – cuestionarnos el hecho de que exista real y exclusivamente la parte del puente que nosostros construimos. Zelotes y heresiarcas, que de vez en cuando ha habido en nuestro historia, fueron llevados sin vacilar hasta el punto donde termina nuestro puente y se los obligó a seguir. Naturalmente, se cayeron al abismo.
Al que no haya nacido ni se haya criado en nuestro país le puede resultar difícil aceptar que la condición para el intercambio entre nosotros y el otro lado, justamente, consiste en que nosotros, por profunda convicción, lo consideramos imposible. Si realmente sacudiéramos este fundamento de nuestra doctrina – estamos seguros de ello y todos nuestros libros sagrados lo confirman – tendría que derrumbarse la parte del puente que nosotros construimos, y estaríamos perdidos. Los viajeros, entonces, deberían contener sus lenguas y no querer indagar con demasiada insistencia los secretos de nuestas creencias. De no ser así, correrían el riesgo de revivir el mismo destino que aquellos herejes de nuestro propio pueblo. Experimentarían en carne propia que nuestro puente no ha sido acabado y que entre nosotros y el otro lado aún persiste el abismo.
En caso de unión marital – cuya frecuencia, dicho sea de paso, no es poca – entre una hija o un hijo de nuestro país con una hija o un hijo del otro lado, ésta o éste último deben confesar célebremente que él mismo o ella misma no existen. La diferencia entre nuestras dos confesiones consiste únicamente en que la fórmula de los unilaterales es: “He venido de ningún lugar, porque mi lugar de origen no existe. Por eso, no soy nadie, y así te recibo como esposo (esposa)“; mientras que los parciales dicen: “De allí de donde vengo imposiblemente pude haber venido, por eso no estoy aquí y te recibo a ti como esposo (esposa).“ Mediante esta ceremonia, el anteriormente nombrado, recibe todos los derechos ciudadanos en nuestro país y, apartir de entonces, se lo considera persona real con todos sus derechos y deberes de cónyuge.


Christoph Meckel:


Trakl


– venía, entonces, del fondo de la noche,
el paño de sudor de su muerte en las manos,
y cambiando sus huellas como barbas y párpados,
caminaba por el pasto de las bahías de noviembre
en las que el oro del otoño coagulaba en moho
derramaba el aceite de lámparas de saúco extintas
en los ojos de grullas dormidas,
veía, allí donde las huellas de las golondrinas se borran en el humo,
ángeles apoyados contra el verano, envejeciendo,
los ayudaba a salir de sus alas sangrientas
y auscultaba
por sus miradas que atravesaban la oscuridad
al cielo que descendía -

(traducción de Vera con la colaboración del Chupacabras)

Arriba la Luna


1 mar 2010

Ojos dulces



Y en vigilia te confesé aquel deseo.

Que los ojos dulces no descansen al fondo del mar, ni al fondo de la tierra; es decir, que los ojos dulces no descansen.
Que sigan ahí, presentes, en la cara de la niña que nacerá el día de mañana, como quien dice, sin palabras.
Que por un momento se ausente la duda, se ausente el pesar y que haga unos días verdes, con el viento peinando el trigo como vos peinando tu cabello todos los días, y dos veces.
Que las ideas no sigan avanzando sobre una casa grande y extraña; una casa al final de un país que se erige sobre rocas, con esta palabra en la lengua: espinas.
Que yo de una vez por todas encuentre el principio sumergido en medio del final, que los malditos “que“ encuentren tu boca, por fin, tus oídos, tus brazos.

Intuyo que habrá pasillos tan extendidos como desiertos, tan calvos que un aire repentino y casual les provocará piel de gallina de pasos, de ruedas.
Intuyo que el aire sabrá a asombro y a pérdida, como todas las veces que se respira aire desde arriba.

Quizá habrá algunas mariposas, quizá la ansiedad se convertirá en emoción pura, por un momento.
Al final del viaje me imagino un lago, un poco azul y bastante profundo, y se me viene una imagen un tanto ridícula en mente: estar en la orilla, mirando hacia el horizonte o mirando algún pájaro dando vueltas. Vanidoso, al fin.

Por aquí, con la luna llena los perros del barrio aúllan, pero de lobos ni rastro.
En la casa de arriba se están peleando como todas las noches y hay un bebé llorando que me asusta un poco, corazonando lo que vendrá.

Hoy no hubo voces, y muchas manos trabajaron en el olvido momentáneo.
A mí se me congeló la cara reflejada en mi tasa de té. Me miraba como de lejos, desde el fondo, y me advirtió algo por debajo que no tiene forma ni tamaño.

Es probable que la noche pase como todas las noches y que mañana hará un nuevo día para calmar los dolores del tiempo, para llenar con ladrillos las grietas del pasado y salvar uno de estos mundos rotos, alguno de los mundos que se caen de inmaduro sobre sus patitas dobladas de papel. Salvar uno aunque sea.
Finalmente, la melodía que emerge de las sombras de casa me dormirá y los sueños llegarán con otro triunfo.

Mañana te contaré que soñé contigo, como tantas veces, y tú, otra vez, harás ese pequeño silencio que me mata de a pedacitos y me dirás: “Ah. Mirá". Pero otra vez no admitirás que estoy lejos, que ya no existo en la presencia inmediata de los días, y todo será insinuado, la tristeza parcial. Volveremos al silencio, al espacio entre las palabras intercambiadas como hojas de otoño, y con eso nos diremos todo.

Sí, te compraré el gorro, te compraré una jirafa o un cordero, en total, da lo mismo; e iré a elogiar tu jardín y tu casa de dos pisos.
Sé que nada será como parece, y lo sabemos -siempre lo supimos-, y aunque pintara pasto en el muro de mi casa, camuflándola, sé que ésta se verá clara y distinguidamente.

Al fondo de los ojos dulces, al final de todos los pasillos largos, no hay engaño.

23 feb 2010

Espíritu occidental

Hoy vi la luna.
Me dieron ganas de decirle algo.
"Pero", dijo Mateo con un dedo en alto,
"los corderos no aúllan".

Vicente Huidobro:



ÉGLOGA


Sol muriente
Hay una panne en el motor
Y un olor primaveral
Deja en el aire al pasar

En algún sitio
una canción

EN DÓNDE ESTAS

Una tarde como ésta
te busqué en vano
Sobre la niebla de todos los caminos
Me encontraba a mí mismo
Y en el humo de mi cigarro
Había un pájaro perdido
Nadie respondía

Los últimos pastores se ahogaron
Y los corderos equivocados
Comían flores y no daban miel
El viento que pasaba
Amontona sus lanas

Entre las nubes
Mojadas de mis lágrimas
A qué otra vez llorar
ya llorado

Y pues que las ovejas comen miel
Señal que ya has pasado

Vidas



Qué curioso.
Después de haber aprendido a nadar, la niña se cayó al pozo de agua.

Peppino



Peppino y el esqueleto


Peppino ve un esqueleto bailando a cuerdas, cuerdas finas hasta la invisibilidad.
- ¿Así que tú eres la muerte?, pregunta, pero el esqueleto sigue mudo y cuerdo, atado a sus cuerdas y baila ríéndose.
- ¿Eres tú?, pregunta Peppino y extiende la mano para comprender, para poder aprehender tocando lo que está viendo, lo que no se puede explicar.
El esqueleto lo mira fijamente desde sus órbitas vacías pero no se deja tocar, siempre está apenitas fuera de su alcance.
- ¡Enseñame a bailar!, exclama Peppino y se asusta de sí mismo;
¿y si realmente es la muerte la que mueve las caderas allí frente a él?
Pero el día está tan bonito, un poco frío pero soleadamente celeste, ¿qué le debiera la muerte un día como éste? Y a propósito, ¿ no es ridículo pensar enseguida en la muerte, sólo porque uno haya visto a un esqueleto bailando? ¿Por qué la muerte debiera tener forma de esqueleto? ¿Acaso no podría lucir tan distinta, tan embellecidamente en su apariencia arbitraria?
Si de veras fuera tan poderosa como comunmente se sostiene, podría ser lo que quisiera y venir dentro de todo lo que exista, ¿o más bien dentro de todo lo que expire?
Pero, ¿pensar en la muerte un día como éste no representa en sí mismo una impertinencia, y la muerte, acaso, se deja pensar?
Gritar la muerte para afuera, hacerle frente y mirarle a los ojos, a sus ojos oscuros de nunca más, eso habría que lograrlo, piensa. Llorarla bien y luego echarla de las bóvedas del pensamiento, dejarla por esta...
O arreglarle un cuarto, servirle un huevo pasado por agua por las mañanas, exigirle un cuento con un par de anécdotas por encima y luego pasar el resto del día tranquilo, como todos los días, y dejar que sean lindos, soleados, celestes como el cielo.
No te dejes intimidar por este esqueleto matraqueante, piensa Peppino para sí, la muerte tiene que ser muy distinta. Toma coraje y la encara:
- Tú no eres ella, le dice muy tranquilo a su contra huesudo que tiene enfrente, la muerte, seguramente, tendría otra cara.
El esqueleto se ríe y baila, matraquea sus huesos y replica con la voz algo ronca:
- ¿Estás seguro?

21 feb 2010

Dichos



- ¿Es usted feliz?- le preguntaron a una campesina úngara en la tele.
- Más feliz me volvería loca- dijo ella.

Aglaja Veteranyi


20 feb 2010

Julio Cortázar:



Vestir una sombra


Lo más difícil es cercarla, conocer su límite allí donde se enlaza con la penumbra al borde de sí misma. Escogerla entre tantas otras, apartarla de la luz que toda sombra respira sigilosa, peligrosamente.
Empezar entonces a vestirla como distraído, sin moverse demasiado, sin asustarla o disolverla:
operación inicial donde la nada se agazapa en cada gesto. La ropa interior, el transparente corpiño, las medias que dibujan un ascenso sedoso hacia los muslos. Todo lo consentirá en su momentánea ignorancia, como si todavía creyera estar jugando con otra sombra, pero bruscamente se inquietará cuando la falda ciña su cintura y sienta los dedos que abotonan la blusa entre los senos, rozando la garganta que se alza hasta perderse en un oscuro surtidor.
Rechazará el gesto de coronarla con la peluca de flotante pelo rubio (¡ese halo tembloroso rodeando un rostro inexistente!) y habrá que apresurarse a dibujar la boca con la brasa del cigarrillo, deslizar sortijas y pulseras para darle esas manos con que resistirá inciertamente mientras los labios apenas nacidos murmuran el plañido inmemorial de quien despierta al mundo. Faltarán los ojos, que han de brotar de lágrimas, la sombra por sí misma completándose para mejor luchar, para negarse. Inútilmente conmovedora cuando el mismo impulso que la vistió, la misma sed de verla asomar perfecta del confuso espacio, la envuelva en su juncal de caricias, comience a desnudarla, a descubrir por primera vez su forma que vanamente busca cobijarse tras manos y súplicas, cediendo lentamente a la caída entre un billar de anillos que rasgan en el aire sus luciérnagas húmedas.

El ropero de Vera



Roberto Innocenti


- Salí del ropero Vera, ya son las ocho...
- ¿Y si no quiero salir?
- ¡No seas vagamunda cobarde! ¡Tienes todo el día por delante!

El ropero de Vera, definitivamente, era un mundo aparte. Olía a polvo, naftalina y a un recuerdo de madera lejano. Tenía fondo, profundidad y abismos... Y contenía, aparte de su ropa, a Vera misma. Vera la cobarde. Vera el fantasma de sí misma. Vera que no era ella. ¿O sí?
El ropero era refugio para las horas negras. Porque Vera, indiscutidamente, era de horas negras. No era como la gente amarilla que aprovechaba de "la mañana" (que en total no es más que un estado de ánimo, antaña sabiduría de horas negras), la gente que ocupaba cada minuto con actividades, que se acostaba temprano, prudentemente, para poder madrugar al día siguiente, aquella gente todo-energía y todo-optimismo que hacía burocracias sin chillar, que vivía en este mundo, tan claramente amarillo, sin chocarse contra las paredes agudas que lo limitan. "¿Por qué -se preguntaba Vera- son las horas amarillas las que dominan al mundo? ¿Y nosotros de horas negras, dónde quedamos?"

- Vera, dejate de cuentos, ¡fuera ya de este roñoso ropero! ¡El mundo te está esperando!

El mundo -pensaba Vera- está esperando a la Vera amarilla que no soy. Y tras mío, la noche es larga...

15 ene 2010

Las casas sin puertas



...y mi cabeza corre y corre no para nunca, las frases me rodean en un suave mareo en un insistente mareo, mareo musical de the police dividido mateo multiplicado por manu chao los redondos y un grito de socorro.
"y ninguna casa tenía puertas" escribió huidobro como al pasar sin la conciencia de evocar un momento preciso, partiendo.
las horas negras saben que la mañana es un estado de ánimo y los días pasan, va apareciendo gente de antes y gente de ahora, nueva y vieja que suena a nueva y usada que suena a abuso y feo y no es más que un juego mediocre de palabras.
la cuestión es que la gente va pasando como pasa la gente por la ventana de un bar, como pasan los tragos por el mostrador y por las gargantas desesperadas. va pasando la gente y el corazón late en manos de lobos, algunos cuerpos carnívoros se quedaron como al azar con una parte mía, cuidándola hasta la locura, y yo los llevo adentro, llevo lobos en la panza como los canguros a sus hijos. una voz asegura que yo pertenecería a la familia macropódida , claramente, ha dicho que los monos y sus decendentes fueran del tercer mundo y yo sueño aquel bicho raro, habitando un mundo perdido, buscando el mundo fantasma hasta perder las alas de un mundo invento.
y las horas pasan (y se podría creer que pasan como pasa la gente, como pasa el tiempo que se va consumiendo la vida de a poco como un bicho de luz que no es tan extraño como...) y se caen de mis dedos como la demencia tan limpia y bien vestida, tan bien educada; no hay quién pudiera decir algo.
yo, para los cuentos, sirvo.
háblame en las horas negras cuando la madrugada aún está lejos, cuando los sueños bailan en el paladar, cuéntame con todas tus lenguas hasta que llegue el sueño...

Un señor huidobro insiste en las casas sin puertas y aquel hombre se da contra todas
las puertas, por cierto, que permanecen cerradas, las que el viento no desnuda
y desconfía él de los cuadros colgados que dan lugar a ventanas, a los mundos antaños
mira como quien desconfía del mundo como quien mira la mar y el desierto como quien no sueña.
Levanta su sombrero y saluda como cual pájaro llegando al árbol un día de tormenta.
y así da las buenas noches, Vicente.

Vicente Huidobro:


4 ene 2010


PROVERBIO ALEMÁN


"Mal den Teufel nicht an die Wand".

"No pintes al Diablo en la pared".