16 ene 2011
corazón al sol
Salgo afuera y cuelgo mi corazón con la ropa mojada en la cuerda para secarse al sol.
Piso el terreno del amor donde todo es turbio, donde todo es tibio, la moral un arco que nadie quiere transitar, un arco que se transa, tu vida por mi bienestar, tus ojos por un poco de sol y los cajones de los secretos bajo llave.
Tres pasos camino sobre el arco, cuatro y resbalo, dicen que los arcos son puentes, son semicírculos, son medialunas; paralelas abstractas. ¿Un arco iris, acaso es tangible?
Cuando el amor ya tiene puentes, y tiene puertas que cerrar y muros que pasar, y tiene una casa; también tendrá cloacas, persianas, alarma y los rincones de la mugre, los placares de la rabia.
Y cuando el amor no tiene tiempo ni fronteras y desconoce las voces, las dudas y los límites, se vuelve secuestrador y arrastra a sus gentes a las esquinas del invierno, donde hace frío y el viento helado no deja escapar a nadie, congelada se espera lo inevitable.
Amor como si todo lo fuera, amor como si nadie pudiera, amor, ¿qué hay detrás de tu cartel de carretera? ¿Qué hay en la boca del lobo, en la boca del ternero, qué hay en el órgano portador de sentimientos, qué ocurre en los corazones, en las rodillas?
¿Qué ocurre durante el trayecto de los pies a la cabeza, de la cabeza en primera a la cabeza en segunda persona, qué ocurre de un cuerpo a otro? De un cuerpo a otro, y no hay ningún arco tendido, ningún puente que sobrevolar, ningún tránsito. No hay, intuyo, siquiera palabra. De un cuerpo a otro, de otro a uno, hay como un movimiento que hace fallar la distancia, que borra los límites hasta volver a establecerlos, hojas levantadas por el viento que caen dibujando otra imagen en el suelo. Copos de nieve que congelan nuevos cristales en el cielo. Brisas que levantan suspiros.
Salgo afuera para colgar la cuerda de mi corazón mojado, para que el sol le haga agujeros a la ropa, en el lugar del corazón, a la altura del estómago, donde está la tela de las rodillas, gastada.
Salgo y afuera hay noche, hay aires vagos de tilo y jazmín, hay perros, hay esquinas, hay botellas vacías en cada cordón de la vereda. No hay corazón que colgar pienso, la cuerda corta la noche y la ropa se seca y se saca, pero de día. La noche es como los cuerpos, indomable, indescriptible, terreno que defender ante cada segundo de conquista. No necesita de las ropas para vestirse, no juega a mirar a través de los agujeros la piel desnuda de la verdad desmoralizada. La noche no necesita del sol, pero tal vez necesite de los cuerpos. Como los cuerpos se necesitan mutuamente, uno para cada margarita.
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En este sitio he encontrado un lenguaje poético, vivo, que busca un lector total, que juega con los tópicos culturales, y que siente. Algo nada fácil. Impecable.
ResponderEliminarEstaré atento cuando el ropero siga guardando cosas.